Las renovaciones no paran en los hogares de emancipación
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24/04/2024“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si faltara una gota” (Madre Teresa de Calcuta). Ser voluntario, en ocasiones se siente así, creer que lo que hacemos a veces no alcanza, que no es suficiente, pero cuando nos ponemos a pensar en el alcance, la responsabilidad, el amor y la solidaridad que conlleva serlo, deberíamos comprender que somos más que eso que sentimos.
A veces, definir al voluntariado como una acción social que realizan las personas para servir, ayudar, colaborar con comunidades que más lo necesitan, pareciera ser limitante para quienes realmente han vivido, o viven una experiencia como tal.
Podría decirse que el voluntariado es compromiso, pero un compromiso REAL. Donde la intervención es sobre la vida de personas y, a veces, como es en mi caso, hasta más real, como lo es formar parte de la vida de niños/as o adolescentes. Uno desde el compromiso entiende que lo que hacemos cada día por mejorar sus vidas, es una acción de suma responsabilidad, y que en base a eso debemos hacer, o por lo menos intentar, dar lo mejor de uno/a. Y yo me pregunto: ¿qué es lo mejor de cada uno/a? Lo mejor es la esencia de ser voluntario, el sentido humanitario, esto de tenderle la mano a quienes más lo necesitan, de poder compartir los conocimientos, el amor, las risas, las emociones, la bondad y miles de cosas más. Es, que al final del día, sientas que diste lo mejor, y que puedas ver en la cara del otro una sonrisa o un simple agradecimiento, solamente por ser tú.
Por ello, quiero resaltar que ser voluntario es ir más allá del concepto que inicialmente todos podemos tener del voluntariado. Es necesario poder entender que hacer voluntariado es tomar la decisión de hacerlo consciente de las implicaciones y compromisos que se adquieren y de la responsabilidad que conlleva.
Mi primera experiencia como voluntaria fue El Gua y, desde el primer momento, siempre me sentí parte, y creo que eso fue importante para mí, porque de esa forma el compromiso real, del que hablamos anteriormente, fue aún más fuerte.
Al pasar los meses y conocer a las personitas con las cuales comparto mis tardes, hicieron que empezara a ver las cosas desde otra perspectiva, volver a recordar qué es lo importante, el saber que uno es feliz con pequeñas cosas o momentos, como por ejemplo reírnos, aprendiendo valenciano o jugando con el balón en el patio.
A veces me pregunto si estoy dando lo mejor, si puedo dar más, y en esa búsqueda constante de la respuesta, me doy cuenta de que en realidad son cada uno/a de los pequeños y adolescentes con los que decidí compartir mis tardes, los que me ayudan a ser mejor. Son lo que realmente están cambiando mi vida, y yo creo que de eso se trata también, de que todo sea mutuo, de que se convierta en una red infinita.
Y es por esto, que a quienes aún no han vivido una experiencia como tal, les invito a que lo hagan, que tal vez en algunos momentos sientan que son solo una gota en el mar, pero si somos más, algún día seremos un gran mar.