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Mamá Margarita, ¡un modelo a seguir un camino que conduce a la santidad!

Hoy 25 de Noviembre la Familia Salesiana recuerda a Mamá Margarita, así conocida por cientos de menores cuando ayudaba a su hijo, Don Bosco, en el oratorio de Valdocco.  

La Familia Salesiana de Torrent, la tuvimos muy presente ayer en la Eucaristía del 24 de Noviembre, recordando… 

“Corría el año 1848 cuando, con un cariño especial, acompañó a su hijo Juan en su camino hacia el sacerdocio y fue entonces, a sus 58 años, cuando abandonó su casita y tranquilidad en su pueblo y le siguió en su misión entre los muchachos pobres y abandonados de Turín. Aquí, durante diez años, madre e hijo unieron sus vidas con los inicios de la Congregación salesiana”  

“Una mañana ocurrió lo inevitable. Dos muchachos llegaron hasta ella pidiéndole sábanas y telas para hacer vendas. La preocupación se reflejó en su rostro. ¡Ya no quedaba en el Oratorio ni un pequeño pañuelo de tela blanca! Bajó los brazos con gesto de impotencia. Se echó a llorar. Pero de pronto sus lágrimas se detuvieron. Salió decidida. Llegó hasta el altar de la iglesia y tomó el mantel del altar para hacer vendas. Así servirían – pensó – para otros miembros vivos de Cristo: Los pobres.”

 

“En una noche estrellada, mamá Margarita mostraba el cielo a sus hijos y les decía: «Es Dios el que ha creado el mundo y ha puesto allá arriba tantas estrellas. Si tan bello es el firmamento, ¿qué será el paraíso?». Al llegar la primavera, ante una extensa campiña o un prado esmaltado de flores, ante un bello amanecer o un inusitado ocaso, exclamaba: «¡Cuántas cosas bellas ha hecho el Señor para nosotros!»”. 

 

 

 

 

“Mamá Margarita se echó encima su chal, bajó a Chieri y habló con Juan: «El párroco vino a decirme que quieres entrar en un convento. Escúchame bien. Quiero que lo pienses con mucha calma. Cuando hayas decidido, sigue tu camino sin tener en cuenta a nadie. Lo más importante es que hagas la voluntad del Señor. El párroco querría que yo te hiciese cambiar de idea, porque en el futuro podría tener necesidad de ti. Pero yo te digo: En estas cosas tu madre no cuenta nada. Dios está antes de todo. De ti yo no quiero nada, no espero nada. Nací pobre, he vivido pobre y quiero morir pobre. Más aún, te lo quiero decir con claridad: si te hicieras sacerdote y por desgracia llegaras a ser rico, no pondría mis pies en tu casa. Recuérdalo bien»”.  

“La pobre mujer no sabía a qué santo encomendarse ante los tres pequeñuelos y la abuela extenuados por el hambre. Quedaban en el establo las dos humildes bestias a las que toda la familia campesina pide una parte de su alimentación diaria: una vaca y su ternero. Pero, sacrificar una, ¿no era comprometer el provenir si la escasez se prolongaba? El alma de Margarita estaba perpleja: era el momento de rezar. La familia reunida se puso de rodillas para implorar el consejo del Cielo, después de lo cual, y como decidida por su oración, la madre acompañada por el vecino se encaminó derecho al establo. Algunos minutos después el ternero estaba sacrificado; pocas horas más tarde todos esos estómagos apaciguaban los sufrimientos que los torturaban hacía varios días”.  

Margarita, cuyo brazo nervioso hubiera podido, con dos cachetadas, enfriar esa cólera, retrocedía un paso, y muy tranquila clavando los ojos en los del niño enfurecido, le decía: “Eres injusto, Antonio, la rabia te vuelve malo, siempre te he llamado mi hijo, porque te he considerado como tal, siéndolo de mi querido Francisco, tu padre. Sabes muy bien que podría darte el castigo que mereces; pero no, nunca emplearía con mis hijos semejantes medios; eres mi hijo y no te pegaré. Ahora, haz lo que quieras”. Y lo dejaba plantado, absorto, avergonzado, domado por ese magnífico dominio de sí, que, con el tiempo, transformó esa naturaleza violenta en la de un perfecto hombre de bien, estimado y considerado por cuantos lo rodeaban.  

“Todo esto me lo contó muchas veces ella misma y me lo confirmaron diversos parientes y amigos. Pasada aquella terrible penuria y mejorada la situación familiar, tuvo mi madre una ventajosa propuesta de matrimonio. Ella respondió sin dudar un momento. “Dios me dio y me quitó un marido. Tres hijos me dejó él al morir, y yo sería una madre sin corazón si les abandonase cuando más me necesitan”. Le aseguraron que sus hijos se quedarían bajo el cuidado de un tutor responsable que vería solícitamente por ellos. “El tutor –respondió esa mujer generosa- podrá ser tal vez un amigo, pero yo soy la madre. Y no los voy a dejar aunque me ofrecieran todo el oro del mundo”.  

Mama Margarita nos enseña a: 

  • Ser pacientes y respetuosos. 
  • A educar, compartir, vivir al servicio, a sacar provecho de lo poco que tenía y superar las adversidades. 
  • A apreciar las cosas bellas de la vida. 
  • A ser generosos, compartir, ayudar a los demás con creatividad y valentía. 
  • A ser humildes, a amar a Dios y hacer su voluntad. 
  • A ser fuertes y tiernos al mismo tiempo.  

Mamá Margarita fue, sin saberlo, la primera cooperadora salesiana e hizo grandes aportaciones al Sistema Preventivo. 

 

Mamá Margarita, ¡contigo todo es mejor! 

#ContigoTodoEsMejor 

 

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