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Construyendo entornos inclusivos y diversos

En este mes de marzo, se han celebrado dos fechas importantes en el calendario que tienen relación con la defensa de derechos ante la libertad religiosa y con la igualdad de oportunidades sin distinción de raza o color. Así, el pasado 15 de marzo aconteció el Día Internacional contra la Islamofobia y el 22 de marzo el Día Internacional contra la Discriminación Racial.

La mujer migrada sufre una doble, e incluso triple, discriminación por su condición de mujer, migrante y racializada. Según un estudio realizado en 2020 por el Ministerio de Igualdad, el 42,9% de las mujeres migradas consideran haber sido discriminadas frente al 6,8% de los hombres.

Esta discriminación genera una serie de factores que provocan situaciones de exclusión social: brecha salarial, dificultades en el acceso a la vivienda, relaciones sociales reducidas a su entorno familiar, precariedad laboral y racialización del nicho de mercado, baja participación en su entorno comunitario, etc.

Las mujeres musulmanas a menudo experimentamos una forma específica de islamofobia que se enfoca en nuestra apariencia y comportamiento. A menudo, somos objeto de burlas y hostilidad en lugares públicos, como parques o centros comerciales, debido a nuestra vestimenta (el uso del velo islámico) que es uno de los principales factores de discriminación.

A diario muchas mujeres con dificultad idiomática se encuentran con barreras en el acceso a la atención médica o a la educación. Además, las mujeres musulmanas experimentamos una doble discriminación debido a nuestro género y a los estereotipos relacionados con la religión que practicamos.

Otro desafío con el que nos enfrentamos es el acceso al mundo laboral o a un centro de prácticas, ya que muchas veces nos vemos obligadas a rechazar puestos de trabajo o aceptarlos con condiciones que denigran nuestros valores y creencia religiosa.

Por ello, nos encontramos luchando constantemente contra estereotipos negativos y barreras culturales siendo propensas a padecer racismo institucional, hecho que dificulta nuestro avance formativo y laboral, añadiendo la brecha salarial y la discriminación en la promoción y el ascenso en nuestra carrera. Esto es debido a prejuicios de género, así como a la falta de representación en los puestos de liderazgo y la falta de oportunidades de mentoría y capacitación.

Como experiencia propia, he vivido estos tipos de situaciones discriminatorias en diferentes contextos:

  • Me negaron hacer las prácticas de Integración social en un centro público. Paradoja, Integración social y racismo institucional.
  • Me puse el velo con 19 años. Mi profesora me dijo: “a saber, qué tienes debajo de la cabeza, miedo me das”.
  • Fui al médico, le dije que me hablara despacio para entenderlo y me dijo: “vuelve cuando sepas hablar”.

Por ello, en voz de todas las mujeres que son propensas a padecer cualquier tipo de discriminación, ya sea por raza, religión, diversidad funcional, entre otros, es importante abordar estos desafíos y promover un entorno laboral inclusivo y diverso que celebre la diversidad y promueva la igualdad de oportunidades para todas las mujeres, incluidas las mujeres musulmanas.

Testimonio de Hafssa, Educadora de la Fundación María Auxiliadora de Terrassa

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