Emancipación, creando lazos que duran

Emancipación: creando lazos que duran

Cuando hablamos de emancipación, siempre nos viene a la mente un hogar en el que nuestros chavales cohabitan para ser autónomos e independientes.

El equipo educativo vive el día a día con ellos, compartimos alegrías y penas, les acompañamos en el camino hacia la vida adulta, les sujetamos la mano cuando caen y les empujamos a seguir hacia delante. Sin embargo, llega un momento en el que, cuando están preparados y las condiciones idóneas se juntan, los jóvenes echan a volar.

¿Y qué ocurre después?

Aquí es cuando podemos decir que emancipación también es construir relaciones en el tiempo, vínculos irrompibles porque, después de tantos meses compartiendo la aventura que supone un hogar de estas características, es imposible decirnos adiós para siempre.

Muchos de los chavales que han pasado por el hogar de emancipación se convierten en lo que sería el antiguo alumnado de una universidad: personas que se han sentido parte de una familia y no quieren romper ese lazo.

De vez en cuando -a veces, muy a menudo-, recibimos llamadas o mensajes de esos chavales que saben que pueden contar con el equipo educativo incluso después de su salida del hogar, porque nuestro trabajo también es ese y, por supuesto, porque nos importan.

Es el caso de Wahid, Said, Djibril, Thami o Abdul, chicos maravillosos que pasaron por el hogar de emancipación Laura Vicuña y conectaron de una forma especial con el equipo educativo, porque no siempre es una duda con una gestión o una visita para realizar un trámite, a veces simplemente nos visitan porque quieren compartir algo especial.

Cuando recibimos la visita de nuestros antiguos chicos, desde el equipo educativo sentimos que un círculo maravilloso se estaba cerrando o, al menos, retroalimentando, porque simplemente venían a contarnos buenas noticias.

En lo que respecta a Wahid, necesitaba buscarse un alojamiento y recurrió al equipo que estuvo con él en el hogar, con la preciosa coincidencia de acabar compartiendo piso con Kaba, otro chico que estuvo en el hogar de emancipación Mornese I, ¡otra conexión que nos da pequeñas alegrías!

Por su lado, Abdul venía a contarnos que ya había conseguido el carnet de conducir, una satisfacción que no se puede comprender si no has visto a las educadoras rodeadas de tests de autoescuela con cara de no entender nada más de una vez…

En resumen, nuestra tarea no termina cuando el joven ha alcanzado sus objetivos, sino que continúa en el tiempo y, muchas veces, dándonos más de una alegría.